martes, 24 de noviembre de 2009

Si tú lees ellos leen


El arte de la motivación a la lectura.

miércoles, 10 de junio de 2009

La expulsión de los Jesuitas

No me ocuparé en este corto ensayo de profundizar y describir las razones de la expulsión de la Compañía de Jesús en tierras americanas porque me llevaría mucho tiempo y es un tema muy profundo.
Me detendré, a lo largo del mismo, en las consecuencias de la expulsión ya que de una u otra forma es un elemento muy importante que ha dejado huella a lo largo de la historia en nuestros pueblos.
Como pedagogo y amante de la educación me atañe y por esa misma razón me preocupa este tema.
Hay puntos en la historia que determinan cambios radicales en la vida de un pueblo y para el nuestro y varios países de América, sin duda, la expulsión de Los Jesuitas cambió en forma radical su forma de vida.
Carlos Fuentes afirma que fue un hecho profundamente contraproducente en el Nuevo Mundo, ya que habían sido los jesuitas quienes habían fomentado los estudios modernos. Fueron ellos quienes en lugar de atrincherarse en la escolástica le arrebataron poder a los tomistas quienes habían dominado el pensamiento político a través de las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino. A la vez que intentaron renovar desde adentro el tomismo, los jesuitas le sirvieron a las élites a los grandes pensadores ilustrados. Por esa misma razón sus alumnos les guardaban respeto y admiración.

Fueron ellos quienes trajeron a la América española el espíritu reformista de los Borbones. Además de estos elementos hay que señalar que los jesuitas se identificaron con la causa del americanismo, escribieron historias nacionales de las diferentes colonias. En estos escritos dieron un enorme sentido de identidad a la emergente nación de la élite criolla, blanca e hispanoamericana, pero también a las clases mestizas con acceso a la educación y que, cada vez más fueron capaces de identificarse con sus lugares de origen.[1]

La expulsión de estos religiosos del imperio español fue una de las reformas borbónicas, y la primera que afectó al noroeste. La Compañía de Jesús, por lo que ya he señalado anteriormente, había provocado la animadversión y desconfianza del rey Carlos III tanto en España como en diversas colonias del imperio. Esta orden era en extremo poderosa por las propiedades acumuladas y por la influencia política, social y cultural que había alcanzado.

Carlos III optó por la misma vía que habían optado los imperios portugueses y franceses, y, el 27 de febrero de 1767, firmó la orden de expulsión de los jesuitas de todos los dominios de España y la confiscación de sus propiedades. En México y en otras ciudades de la Nueva España la orden se cumplió entre el 25 y el 28 de junio del mismo año, pero en las provincias remotas se realizó más tarde, a mediados de julio en el noroeste: 52 misioneros fueron concentrados en Guaymas y 10 meses más tarde deportados por mar a San Blas, salieron por Veracruz hacia el destierro en diversos países europeos.

Ante tal decisión se inicia un cambio profundo en nuestros pueblos, ya que los pobres y desposeídos sufrirán las consecuencias y éstas llegan a repercutir hasta nuestros días como veremos más adelante.
Una de las primeras consecuencias para América, fue que buena parte de los miembros de la orden expulsados eran criollos con fuertes vínculos en sus regiones de origen, por lo que la medida causó gran descontento. Más aun, algunos de los expulsados desde el exilio se convertirían en activistas en contra del dominio español en América.
En el momento que expulsan a los jesuitas, los primeros adjudicatarios serían los indios, pero también los españoles y mestizos podrían recibir tierras si deseaban quedarse a vivir en los pueblos de indios.

La salida de los misioneros desarticuló la organización de los pueblos indígenas y los redujo a comunidades aisladas y vulnerables al asedio de los colonos. Desapareció también la disciplina misional que normaba la vida interna de las comunidades y, aunque esta supresión gustó a muchos indios, la falta de dirección provocó la pérdida de los bienes de comunidad.

Los cambios que trataban de imponer las autoridades coloniales en las comunidades indígenas fueron graves y de profundas consecuencias. La introducción de españoles mestizos y mulatos en las comunidades tendía a promover la aculturación de los indios, es decir, a debilitar la identidad cultural de las comunidades.
Ante esta realidad me surgen algunos cuestionamientos como: ¿Por qué razón la intromisión de unos pocos mestizos en comunidades indígenas les hizo debilitar su identidad cultural? ¿Cuáles fueron los elementos de mayor influencia los que hicieron debilitar la identidad cultural de las comunidades indígenas?... Me parecen temas muy importantes que podremos tratar en otra ocasión porque de alguna manera repercutieron ayer y siguen vigentes hoy.

Otra de las consecuencias negativas de la expulsión de los jesuitas fue que la población indígena mermó muchísimo pues perdieron la vida a causa de la inasistencia, el abandono y la violencia de los pobladores vecinos, porque eran los de la Compañía de Jesús quienes se ocupaban de los más pobres y desposeídos. Los sacerdotes tenían un gran poder político en la medida que eran los más cercanos al pueblo, eran los que estaban con la gente en los momentos más importantes de la familia, en los bautizos, en las bodas, en los fallecimientos, en realidad eran los jesuitas, los educadores, los que recogían

a los huérfanos en sus orfanatorios, a los enfermos en sus hospitales, a los ancianos en los asilos; eran también los que resolvían los problemas familiares, los abusos de los esposos con sus mujeres o hijos, eran los confesores y guías espirituales. Ante esta situación nos damos cuenta que el problema de la expulsión fue mucho más profunda de lo que nos imaginamos.

Por otra parte, faltaba saber si los indios podrían conservar la tierra y el agua, aunque les expidieran un título de propiedad privada. Lo previsible era que, desprovistos del apoyo de su comunidad, fueran obligados por los colonos a vender su tierra o que por fraude o violencia fueran despojados, y que así la tierra y el agua pasaran a manos de blancos y mestizos. Así, en este periodo (1767-1821) comenzó la destrucción de las comunidades indígenas, la pérdida de la propiedad de la tierra y del agua, la pérdida incluso de la cultura propia. Desprovistos de su comunidad, de su tierra y de su cultura, los indígenas no tuvieron otra alternativa que alquilarse como peones al servicio de los colonos. Éste es el profundo cambio social que se inició a raíz de la expulsión de los misioneros jesuitas.[2]
Este es uno de los aspectos más importantes ha tomar en cuenta ya que es un aspecto clave para entender el problema muy grave que ha vivido Guatemala a lo largo de su historia que es el problema de la tierra. Ya que ni la independencia, ni la Reforma, ni las Dictaduras cafetaleras, ni a Revolución, ni la contrarrevolución se han preocupado por enmendar este mal que ha afectado siempre al indígena y que lo mantiene aún en la actualidad.
Por otro lado en cuanto a lo académico, el vacío dejado por la Compañía en sus colegios y universidades, en su momento, fue llenado de inmediato por academias llamadas Carolingias, sin embargo, éstas nunca funcionaron como con los padres jesuitas. Esta expulsión, por lo tanto afectó al progreso, a la educación, a la ciencia el arte y la cultura en general no solo en América sino en Europa misma ya que se perdieron muy buenos científicos y humanistas.
Desde esa época no ha existido ningún gobierno ni institución alguna cuya prioridad haya sido la educación y la preparación académica de sus pueblos.
Podemos afirmar que se han dado casos aislados de congregaciones religiosas preocupadas por la educación pero esto no ha sido suficiente como para cambiar la mentalidad de un país.

Cuando en su momento se cometió este grave error no se vislumbraron las consecuencias nefastas que traerían a una región, a un país, a una comunidad. En realidad es difícil creer que la educación sea la que tenga que pagar los platos rotos, sí, al igual que a lo largo de la historia y hasta nuestros días los gobernantes de turno no les interesa la preparación y educación de los pueblos. ¿Por qué la educación no es prioridad en los proyectos de nuestros gobernantes? ¿Por qué a lo largo de nuestra historia la educación ha estado abandonada? ¿Por qué si muchos creemos que la educación es la solución a muchos de nuestros problemas no se actúa en consecuencia? Estos y más interrogantes pueden ser motivo de análisis y profundización pero no es realmente el tema del que trato en el presente ensayo.

Para finalizar en pocas palabras puedo afirmar que la expulsión de los Jesuitas fue el triunfo del poder sobre la razón, de la holganza contra el trabajo, del analfabeto ilustrado contra el culto oscurantista, es a final de cuentas la historia de Guatemala, nuestra historia…
[1] FUENTES, Carlos: El espejo enterrado, México, ed. del Fondo de Cultura Económica, 1992.

[2] Ortega Noriega, Sergio. Fideicomiso Historia de las Américas. Primera Edición, México 1999.

jueves, 4 de junio de 2009

El problema del machismo

Sé perfectamente que ya se ha escrito bastante sobre este tema y que algunos de mis lectores les parecerá raro que escriba sobre el mismo, pero lo considero de mucha importancia ya que aunque se ha caminado a lo largo de los años aún se reflejan en nuestra sociedad muchas de estas características machistas que han hecho y que hoy por hoy nos siguen haciendo mucho daño a todos, a nuestras familias a nuestro país. Y que el hecho de ver que en otras culturas este problema aparece más marcado no significa que nosotros estemos bien.
Sí, queridos lectores, toco este tema porque sus víctimas directas son las mujeres, pero con ellas sucumben los hijos, las familias y toda la sociedad humana.
Según Martín Baró, religioso jesuita, dice que el machismo es una ideología opresora que divide a los individuos en superiores e inferiores, según su sexo. La superioridad del macho, no siempre reconocida abiertamente se manifestará en todos los planos: físico, el hombre es más fuerte y resistente; en el plano sexual el hombre tiene más energía, de ahí que necesita varias mujeres; además él no se enamora, porque eso “no es de hombres”, él las toma y las deja; el hombre demuestra su fuerza y también su valentía por medio de la agresividad “no le tiene miedo a nadie”. El hombre es más inteligente que la mujer, también sabe más, por lo tanto debe mandar; el hombre es el único que trabaja lo que también legitima su autoridad, la mujer es carente de toda cualidad positiva, se debe a él, él la manda y la castiga –incluso físicamente cuando corresponde- Si este hombre se casa es porque “cayó”, o lo “agarraron” y hay peligro que pierda la libertad, sin embargo si es bastante hombre hará ver quién manda. Mientras él es libre ella no podrá salir de la casa “que se preocupe nada más del hogar y de sus hijos”. Por su parte, la mujer ha sido socializada para aceptar esta ideología, tiene rasgos masoquistas y se cree inferior. [1]
Lo que Baró afirma es una realidad fuertemente marcada en toda América Latina y lo que es más, mientras más pobres y subdesarrollados son los pueblos más marcada es esta triste realidad, con esto no quiero decir que en ciudades del primer mundo no se conviva con este grave problema. Lo terrible de todo esto es que esta filosofía se va transmitiendo de generación en generación. Lamentablemente el padre de familia va transmitiendo con sus palabras, gestos y actitudes toda una serie de antivalores que se dan dentro de la misma familia. El padre manda y la madre obedece, si él se enoja puede golpearla, ella debe ser sumisa y soportar en silencio, es el “destino de las mujeres”, ellas han nacido para el sacrificio. El padre pasa la mayor parte del tiempo fuera de casa, cuando está en ella es exigente y pone énfasis en sus derechos, delegando a la mujer los deberes. Y si a ella no le gusta puede irse de la casa. La mujer no se revela porque él la echaría, porque “todos los hombres son iguales”, porque ellas fueron socializada así desde pequeñas, sirviendo primero a los hermanos y recibiendo sus órdenes y golpes, para servir después a su marido. Antes de casarse, su madre y otras mujeres le aconsejaron lo que ella ya sabía: debía ser sumisa y “aguantadora”, además hay que tener cuidado con otras mujeres, no para evitar que él ande con otras, pues eso es inevitable, sino cuidando que él no tenga muchos hijos porque de lo contrario se restaría que lleva a casa. Los hermanos cuidarán que sus hermanas no anden solas, frecuentemente deberán golpearlas para cuidarlas bien, mientras que ellos están a la caza de niñas, y luego contar sus hazañas sexuales en el grupo de amigos.
Siguiendo con estas características machista, en nuestro contexto, el padre ejerce la autoridad directa sobre su mujer, tiene poca relación con los hijos porque ellos en general son tarea de la madre. Muchas veces el padre se comporta como autoritario, agresivo, frío y distante porque considera la suavidad y la manifestación de los sentimientos como cosas de mujeres. Por esta razón la imagen paterna deja mucho que desear en nuestra sociedad.
Pudiera seguir haciendo toda una tesis sobre las manifestaciones machistas en la actualidad pero creo que no es el objetivo de este corto ensayo.
Desgraciadamente tanto los padres como los sistemas educativos e incluso las religiones, en particular las monoteístas que excluyen de su jerarquía a la mujer, han inculcado tradicionalmente esta actitud, tan absurdamente argumentada desde hace siglos hasta la actualidad.
Está claro que el machismo debe ser erradicado. Pero quiero que quede claro que no hay ley ni recurso que valga si todos los hombres y mujeres no nos comprometemos, y nos implicamos en su desaparición. Sí, así como todos reprochamos la violencia, el terrorismo, la corrupción, la delincuencia, el maltrato infantil, también todos deberíamos luchar y protestar en contra del machismo.
Desde el hogar se debe trabajar y educar a los hijos con la conciencia de la igualdad de género, hay que dejar el miedo a un lado, se debe educar con igualdad de derechos y obligaciones, se debe trabajar unidos, con la misma filosofía, de lo contrario estaremos cometiendo los errores que en el inicio del ensayo comenté.
Pero todos sabemos que una de las medidas preventivas eficaces es la educación, y está en nuestras manos, en la escuela, en una labor a corto, mediano y largo plazo, el lugar idóneo donde estudiar los valores de igualdad de derechos y deberes entre sexos.
Lo repito, todos estamos claros que uno de los remedios ante este problema es la educación, y más educación. Sí, pero además se debería empezar dentro de esta educación a eliminar de las escuelas y todos los centros educativos todas aquellas leyes, teorías, códigos, normas, preceptos, dogmas, que marquen las desigualdades y privilegios.
Ante el machismo no cabe más que la condena, la reprobación, el rechazo y el activismo. El problema está en que no basta cambiar las ideas sino también los comportamientos.
[1] Baró, M. Ignacio, Problemas de Psicología Social en América Latina, Ed. UCA, El Salvador 1985.

El problema del machismo

Sé perfectamente que ya se ha escrito bastante sobre este tema y que algunos de mis lectores les parecerá raro que escriba sobre el mismo, pero lo considero de mucha importancia ya que aunque se ha caminado a lo largo de los años aún se reflejan en nuestra sociedad muchas de estas características machistas que han hecho y que hoy por hoy nos siguen haciendo mucho daño a todos, a nuestras familias a nuestro país. Y que el hecho de ver que en otras culturas este problema aparece más marcado no significa que nosotros estemos bien.
Sí, queridos lectores, toco este tema porque sus víctimas directas son las mujeres, pero con ellas sucumben los hijos, las familias y toda la sociedad humana.
Según Martín Baró, religioso jesuita, dice que el machismo es una ideología opresora que divide a los individuos en superiores e inferiores, según su sexo. La superioridad del macho, no siempre reconocida abiertamente se manifestará en todos los planos: físico, el hombre es más fuerte y resistente; en el plano sexual el hombre tiene más energía, de ahí que necesita varias mujeres; además él no se enamora, porque eso “no es de hombres”, él las toma y las deja; el hombre demuestra su fuerza y también su valentía por medio de la agresividad “no le tiene miedo a nadie”. El hombre es más inteligente que la mujer, también sabe más, por lo tanto debe mandar; el hombre es el único que trabaja lo que también legitima su autoridad, la mujer es carente de toda cualidad positiva, se debe a él, él la manda y la castiga –incluso físicamente cuando corresponde- Si este hombre se casa es porque “cayó”, o lo “agarraron” y hay peligro que pierda la libertad, sin embargo si es bastante hombre hará ver quién manda. Mientras él es libre ella no podrá salir de la casa “que se preocupe nada más del hogar y de sus hijos”. Por su parte, la mujer ha sido socializada para aceptar esta ideología, tiene rasgos masoquistas y se cree inferior. [1]
Lo que Baró afirma es una realidad fuertemente marcada en toda América Latina y lo que es más, mientras más pobres y subdesarrollados son los pueblos más marcada es esta triste realidad, con esto no quiero decir que en ciudades del primer mundo no se conviva con este grave problema. Lo terrible de todo esto es que esta filosofía se va transmitiendo de generación en generación. Lamentablemente el padre de familia va transmitiendo con sus palabras, gestos y actitudes toda una serie de antivalores que se dan dentro de la misma familia. El padre manda y la madre obedece, si él se enoja puede golpearla, ella debe ser sumisa y soportar en silencio, es el “destino de las mujeres”, ellas han nacido para el sacrificio. El padre pasa la mayor parte del tiempo fuera de casa, cuando está en ella es exigente y pone énfasis en sus derechos, delegando a la mujer los deberes. Y si a ella no le gusta puede irse de la casa. La mujer no se revela porque él la echaría, porque “todos los hombres son iguales”, porque ellas fueron socializada así desde pequeñas, sirviendo primero a los hermanos y recibiendo sus órdenes y golpes, para servir después a su marido. Antes de casarse, su madre y otras mujeres le aconsejaron lo que ella ya sabía: debía ser sumisa y “aguantadora”, además hay que tener cuidado con otras mujeres, no para evitar que él ande con otras, pues eso es inevitable, sino cuidando que él no tenga muchos hijos porque de lo contrario se restaría que lleva a casa. Los hermanos cuidarán que sus hermanas no anden solas, frecuentemente deberán golpearlas para cuidarlas bien, mientras que ellos están a la caza de niñas, y luego contar sus hazañas sexuales en el grupo de amigos.
Siguiendo con estas características machista, en nuestro contexto, el padre ejerce la autoridad directa sobre su mujer, tiene poca relación con los hijos porque ellos en general son tarea de la madre. Muchas veces el padre se comporta como autoritario, agresivo, frío y distante porque considera la suavidad y la manifestación de los sentimientos como cosas de mujeres. Por esta razón la imagen paterna deja mucho que desear en nuestra sociedad.
Pudiera seguir haciendo toda una tesis sobre las manifestaciones machistas en la actualidad pero creo que no es el objetivo de este corto ensayo.
Desgraciadamente tanto los padres como los sistemas educativos e incluso las religiones, en particular las monoteístas que excluyen de su jerarquía a la mujer, han inculcado tradicionalmente esta actitud, tan absurdamente argumentada desde hace siglos hasta la actualidad.
Está claro que el machismo debe ser erradicado. Pero quiero que quede claro que no hay ley ni recurso que valga si todos los hombres y mujeres no nos comprometemos, y nos implicamos en su desaparición. Sí, así como todos reprochamos la violencia, el terrorismo, la corrupción, la delincuencia, el maltrato infantil, también todos deberíamos luchar y protestar en contra del machismo.
Desde el hogar se debe trabajar y educar a los hijos con la conciencia de la igualdad de género, hay que dejar el miedo a un lado, se debe educar con igualdad de derechos y obligaciones, se debe trabajar unidos, con la misma filosofía, de lo contrario estaremos cometiendo los errores que en el inicio del ensayo comenté.
Pero todos sabemos que una de las medidas preventivas eficaces es la educación, y está en nuestras manos, en la escuela, en una labor a corto, mediano y largo plazo, el lugar idóneo donde estudiar los valores de igualdad de derechos y deberes entre sexos.
Lo repito, todos estamos claros que uno de los remedios ante este problema es la educación, y más educación. Sí, pero además se debería empezar dentro de esta educación a eliminar de las escuelas y todos los centros educativos todas aquellas leyes, teorías, códigos, normas, preceptos, dogmas, que marquen las desigualdades y privilegios.
Ante el machismo no cabe más que la condena, la reprobación, el rechazo y el activismo. El problema está en que no basta cambiar las ideas sino también los comportamientos.
[1] Baró, M. Ignacio, Problemas de Psicología Social en América Latina, Ed. UCA, El Salvador 1985.

jueves, 7 de mayo de 2009

PROHIBIDO LEER



«…No hay libro tan malo que no tenga algo bueno…», frase que se le atribuye a Cervantes, pero que en realidad aparece desde antes en una carta de Cayo Plinio El joven (Epístolas III-X) y que atribuye a su tío Plinio el Mayor. Con esta frase inicio este corto ensayo porque no me cabe en la cabeza el hecho de que a lo largo de la historia y en momentos determinados de la misma, se haya reprimido, prohibido a diferentes culturas el tener contacto con libros por razones diversas.
No pretendo hacer una lista exhaustiva de la cantidad de libros que se prohibieron y a qué culturas, simplemente trataré de hacer algunas consideraciones dentro de nuestro contexto Americano con respecto a estas nefastas decisiones que atrasaron culturalmente a nuestros pueblos.

La historia de la prohibición y destrucción de la palabra escrita se remonta a la elaboración de los primeros textos, grabados en Mesopotamia sobre tablillas de arcilla hace aproximadamente 5.300 años. Desde entonces, el poder religioso o político ha utilizado este mecanismo como una forma de censura que ha justificado haciéndola pasar como salvaguarda de los principios morales y las tradiciones.[1]
Haciendo un poco de historia y en cuanto a nuestro contexto Latinoamericano respecta, la Iglesia ha tenido un papel fundamental en todo esto. Si nos remontamos a la inquisición, ésta apareció como un tribunal cuyos objetivos eran descubrir y suprimir la herejía. Su fundación se debe al Sínodo de Toulouse (Tolosa) de 1229, se estableció y operó durante mucho tiempo en Italia, España, Francia y Portugal, en estos países sirvió para suprimir movimientos heterodoxos. La Inquisición se estableció en 1232 en Aragón y fue hasta 1480 que se difundió a toda la península, con la participación de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando que buscaban suprimir la herejía en todos sus dominios. En 1491, cuando la ciudad de Granada fue reconquistada, se concertó un solemne compromiso que obligaba a los Reyes de España y a sus sucesores, a proteger los bienes, costumbres sociales y prácticas religiosas de sus habitantes. La acción de la Inquisición iba contra los conversos que continuaban ocultamente con sus antiguas religiones. A fines del siglo XV la religión Católica se consolidó en la Península Ibérica y España se convirtió en vigorosa aliada del Pontificado. De este modo llega a las colonias españolas.
La Iglesia de América nació subordinada a la autoridad de los monarcas españoles, dado que, la Bula Papal de Alejandro VI les concedió todos los derechos y obligaciones sobre las nuevas tierras.

La Iglesia utilizó todas las armas que el derecho canónico y la fuerza le daban. El concilio de Trento (1545-1563), limitaba la circulación de los libros "sospechosos o perniciosos" el Concilio Provincial Mexicano (1555), en su capítulo LXXIV insistía sobre el peligro que representaba la imprenta y la difusión de libros considerados dañinos. Para remediar el problema de los libros prohibidos, se pide que no se imprima o publique ninguna obra que no sea revisada por la Inquisición y quien lo hiciera sería excomulgado y pagaría una multa de 50 pesos para obras pías. Se les prohibía a los libreros comprar sin autorización so pena de excomunión y multa de 100 pesos, tampoco podían vender. Pedían a todos los que tenían libros los llevaran para su aprobación so pena de 50 pesos y excomunión, 6 días después de la pronunciación de la constitución. Que no se vendieran libros a los indios porque se ofendía a Dios.[2]
En su momento se llegó hasta prohibir que los indios tuvieran biblias y sermonarios incluso de sancionarlos con la excomunión a los infractores que imprimieran o comerciaran con libros que antes no hubieran sido examinados. Se prohíbe imprimir, circular, comprar, vender, y tener libros si antes no han sido examinados o aprobados por el ordinario.
Ante esta postura necia ¡Por qué se tiene que meter a Dios en todo esto?, ¿Por qué negar el conocimiento?, ¿Por qué prohibir la sabiduría?, ¿Por qué frenar el aprendizaje y el desarrollo? Son cuestionamientos para responder y profundizar en otro momento y que de alguna forma nos llevarían a desvelar algunas características de la sociedad actual.
Por su lado España se ha cerrado al espíritu renacentista al que considera pagano y prohíbe abiertamente a las colonias que ingresen novelas de caballería o literatura poco edificantes. Sin embargo pese a estas prohibiciones, y de manera clandestina ingresan a las colonias libros de imaginación: “Don quijote de la Mancha”, novelas picarescas y pastoriles, escritos humanísticos con ideas erasmistas, comedias, etc.[3]
Es interesante señalar que hasta en la primera parte de Don Quijote de la Mancha, Cervantes personificó esta obsesión inquisitorial en el cura y el barbero, que queman la biblioteca de Alonso Quijano al considerar que aquellas lecturas lo habían enloquecido. Entre los autores que a lo largo de los siglos han estado en el índice se encuentran Voltaire, Daniel Defoe, Copérnico y Balzac entre otros.
Es interesante resaltar que a pesar de la vigilancia y control ejercidos por las autoridades civiles y eclesiásticas, existía un intenso contrabando de libros, la técnica seguida era pasarlos en barricas de vino, toneles de fruta seca o en cajas de doble fondo. Eran mercancías pagadas a muy buen precio y valía la pena el riesgo.
Hoy día sigue habiendo prohibición de libros, por ejemplo, creo que todos recordamos la oposición de la Iglesia ante la publicación del Código da Vinci y la necesidad de que los fieles no lo leyesen -por el mismo motivo que años atrás.
No hay derecho que en la actualidad se sigan prohibiendo textos. Cada uno es libre de pensar, analizar, de criticar siempre y cuando se respete profundamente al otro y digo otro significando un lugar, una nación, una cultura, una filosofía, un hombre…
Para finalizar quiero afirmar que es cierto que hay libros más polémicos que otros y que siempre habrá libros que molesten a ciertas sociedades, pero al fin y al cabo somos libres de decir lo que pensamos así como de saber lo que piensan los demás. Para mí “esconder” o “prohibir” libros significa “esconder” “negar” la sabiduría. Así que ¿quién tiene derecho a prohibir un libro?








[1] HISTORIA DE LOS LIBROS PROHIBIDOS. Revista Muy Interesante - Enciclopedia Encarta - Cosmos Vol. 3

[2] GREENLEAF, Richard E. La inquisición en Nueva España S. XVI. México: FCE, 1981. p. 16-17.
[3] Aldana, Francisco René. Literatura Hispanoamericana. Época precolombina hasta la actualidad. Ed. Mac Graw Hill. México 2001

martes, 7 de abril de 2009

NO ESTÁBAMOS PREPARADOS PARA LA INDEPENDENCIA

No pretendo con este corto ensayo hacer una reflexión seria y profunda de los problemas que aquejaron a una América indispuesta después de la independencia de España. Pretendo, en la medida de lo posible, hacer reflejar que América latina, como no estaba preparada, sufrió grandemente los problemas que se le vinieron encima luego de la independencia.
Recordemos que en el momento de tomar las riendas de los nuevos estados americanos, el elemento criollo, no estaba preparado desde ningún punto de vista para guiar y gobernar estos pueblos. Las guerras de independencia fueron encabezadas por hombres dedicados a la carrera militar, que dominaban las técnicas de mando pero que en realidad no poseían cualidades o principios de administración pública, aquí ya tenemos una de las razones principales para confirmar la idea que vengo afirmando.
Los criollos que ahora se habían establecido en el poder, temían más revueltas de las clases campesinas desfavorecidas, por lo que se desarrolló un poder autoritario protagonizado por caudillos militares que habían obtenido prestigio en las guerras de independencia.

Durante el siglo XIX, los gobiernos de los países recién independizados se vieron influidos por las fuerzas militares, la sucesión dinástica en el gobierno, las técnicas de gobierno no delimitadas, los golpes de estado, el exilio de los ciudadanos más capaces, y el constante fracaso de las constituciones[1]

Por un lado estaban las fuerzas militares que controlaban las masas populares, y que poco a poco fueron convirtiéndose en caudillos del pueblo, entre ellos podemos nombrar a Simón Bolívar y José de San Martín entre otros. También aparecieron líderes algunos buenos y otros no tanto que de alguna forma empezaron luchando por causas nobles, aunque terminaran imponiendo su voluntad, por fuerza o por doctrina, para mantenerse en el poder, gran problema en su momento que nos dejó herencia y que es una realidad en el presente.
El dictador, por lo general, llegaba al poder después de derrocar el régimen existente. Las dictaduras toman auge en América Latina en las postrimerías del siglo XIX.
La diferencia entre las dos clases de líderes, el caudillo y el dictador, están la forma en que llegan al poder, el caudillo recibía el apoyo de las masas del pueblo, era un líder natural, y tenía grandes sectores del pueblo incondicionalmente a sus órdenes. Por el contrario, el dictador era un líder que se apoyaba en las fuerzas militares para ejercer el control de la región. Su gobierno, tiránico y totalitario, menospreciaba o ignoraba el poder legislativo. Tanto uno como el otro promovieron inestabilidad política durante los años posteriores a la independencia.
Por no generalizar esta situación sí afirmaré que una de las excepciones fue Brasil, ya que luego de independizarse de Portugal se cree que vivió una vida pacífica libre de dictaduras durante el siglo XIX y por esta razón se cree que su desarrollo económico fue más sólido durante el siglo ya mencionado. Ante esta excepción nos cabe la pregunta ¿qué grado de desarrollo tuviera la gran parte de América latina si no hubiera vivido todos estos problemas que se dieron luego de la independencia? Realmente es una pregunta para responder en otra oportunidad.
La inexperiencia y casi nula capacidad política de los criollos, junto con las luchas civiles y la ambición imperialista de otros países, propiciará la intervención continua de potencias extranjeras como los Estados Unidos e Inglaterra. Esta intervención será el precio que habrá que pagar por irse incorporando a la economía mundial, y al capitalismo europeo, en especial, con Inglaterra. El dominio español fue sustituido por el de Gran Bretaña y Estados Unidos, que llevaron a cabo un neocolonialismo brutal, impidiendo con ello el desarrollo económico de la zona. En 1823 el presidente Monroe había declarado: "América para los americanos", es decir, que sería un territorio preferente de Estados Unidos y que los europeos debían ir abandonando sus intereses en el continente. Y como dijo Severo Martínez en su momento en su obra “La patria del Criollo” y con mucha razón, luego de todo el proceso de colonización al que habíamos estado expuestos, que se había dejado la plataforma para que estas potencias siguieran con la explotación y el saqueo a todo un continente.
Como vemos, la situación política viene a ser uno de los grandes problemas que América latina sufrió luego de la independencia ya que no contaba con un grupo de personas capaces y preparadas como para sacar adelante a los pueblos.
Por otro lado podemos decir que las clases altas criollas se identificaron con la nación pero no promovieron el desarrollo y las condiciones de vida de negros, indios y mestizos empeoraron. Para concluir sigo afirmando que de haber tenido un grupo de personas capaces, preparadas y con una filosofía de lucha y preocupación por el desarrollo de los pueblos todo hubiera sido otra realidad. Y lo más preocupante es que todos estos problemas suscitados en su momento nos han dejado un problema que pervive en la actualidad como por ejemplo cuando se da la independencia los nuevos países se convirtieron de inmediato en feudos de la aristocracia criolla y las poblaciones indígenas fueron masacradas por ésta para hacerse con las tierras. Esta fractura étnica y social sigue presente en gran medida en la actualidad y es una de las causas profundas de la problemática contemporánea de América Latina. Y de no entrarle a este grave problema un legado de destrucción e inestabilidad seguirá marcando el desarrollo histórico latinoamericano durante largo tiempo.
[1] Rodríguez, Angel. "América Latina: Tierra de Contrastes". Ediciones Santillana, Pto. Rico. 1992.